Destronamiento de Urano
Hasta aquí todo <casi> perfecto, el Universo, los astros, nuestro planeta, las tierras, las nubes, la lluvia, los mares, los ríos, las plantas, los animales… ¿los dioses! La pareja primigenia, el Cielo y la Tierra, es propia de muchas mitologías y se encuentra en lugares tan remotos como Nueva Zelanda, donde aparecen respectivamente como Rangi y Papa, y el relato sigue una línea semejante al de Hesíodo.
Entonces Urano se arrepintió de haber engendrado a seres tan monstruosos como los ciclopes y, sin decir nada a su esposa, los fue aprisionando y arrojando a los abismos tenebrosos del Tártaro, situado en los infiernos, tan distantes de la tierra como ésta del cielo.
Gea no quería que el fruto de sus entrañas, por monstruosos que fuera, tuviera tan horrible destino, y tramó una conspiración, harta ya de ser fecundada por Urano, a quien le había elevado al gobierno del Universo y cuyas crueldades aumentaban, pues temeroso de ser destronado se dedico a encerrar a sus hijos en el vientre de su compañera (es decir los aprisiono en el seno de la tierra). A tal fin, Gea produjo una especie de mineral del que salió un material blancuzco (el hierro) con el que construyó una gran hoz, y llamó a sus hijos, exhortándoles a vengar el ultraje criminal de un padre descastado.
Sólo Cronos, el hijo menor, se presento a las suplicas de su madre, pero dejemos al propio Hesíodo que nos cuente con dramáticos acentos el desenlace:
“El gran Urano llego seguido de la Noche y animado de deseo amoroso se tendió cuan largo era sobre la tierra. Entonces Cronos, saliendo del lugar donde se había emboscado, agarró a su padre con la mano izquierda y, empuñando con la derecha la gran hoz de afilados dientes, le cortó en un instante las partes viriles y las arrojo detrás de sí, al azar. Pero no fue un despojo inútil lo que soltó su mano, porque las gotas de sangre que de aquel se derramaron las recibió la Tierra, fecundándola nuevamente y dando a luz entonces a las robustas furias o Erinias (seres vengadores de horripilante aspecto con la misión de castigar a los parricidas), a los enormes Gigantes, que vestían lustrosas armaduras y manejaban grandiosas lanzas, y a las ninfas Melias.
Y las partes viriles que Cronos cortó con la guadaña y arrojó desde el continente al proceloso mar, fueron flotando de acá para allá hasta que de la carne inmortal salió una blanca espuma de la que emergió una bellísima deidad que se dirigió primero a la sagrada Citera y luego a Chipre, situada en medio de las olas del mar. Al tomar tierra brotó la hierba por donde ponía sus plantas y fue llamada Afrodita la diosa del amor”.
Aunque la alegoría parece ver en Urano la creación del Cielo después de la confusión del Caos, algunos autores lo han identificado con un soberano activo e ilustre. Así lo creyó Lactancio y así lo refiere Diodoro Sículo, cuando asegura que Urano fue el primer monarca que reinó sobre los hombres y que sus súbditos eran los Atlantes, pueblo civilizado en el que nacieron los dioses, rodeado de gentes bárbaras. Urano reunió a las familias errantes por los bosques y llanuras y les enseño a erigir ciudades, a cultivar la tierra y a conocer el curso de los astros. Fue venerado por los hombres que había civilizado, recibió el título de rey eterno y en vida se le otorgaron honores divinos (apoteosis).
Sea como fuere, este mito patriarcal de Urano fue el que terminó por prevalecer y se incorporó al sistema religioso oficial helénico, que recibió el nombre de Olímpico (derivado del monte Olimpo). Robert Graves, el gran creador británico de novelas históricas famosas como “Yo Claudio” y “Claudio, el dios”, investigador también de la Mitología, ha identificado a Urano con el dios pastoral Varuna, uno de lo que constituyen la trinidad del tronco ario o indoeuropeo al que pertenecen los pueblos helénicos, aunque masculinizado porque la transcripción griega sería Urana. ¿Reflejo de la lucha entre una concepción matriarcal de los pueblos primitivos que habitaron el escenario helénico y la idea patriarcal de los invasores?