Creación del Mundo
Antes del amanecer de los tiempos, reinaba el Caos más absoluto.
Luego surgieron los dioses del más allá, generando el Bien, el Mal y la Neutralidad.
Reorx, el Forjador, golpeó con su hacha el seno del Caos. Este último aminoró su marcha, y las chispas que despidió la herramienta se transformaron en estrellas. Acto seguido, los dioses dieron vida a los espíritus de todas las razas que habrían de poblar los nuevos mundos nacidos en la Gran Fragua. Tales espíritus eran, pues, los hijos de las divinidades.
Los dioses empezaron a disputarse a sus criaturas. Los del Bien querían encauzarlas hacia las sendas del probidad y compartir con ellas el dominio del universo. Los del Mal pretendían esclavizarlas a fin de que acatasen todas sus órdenes. Los de la Neutralidad deseaban establecer un equilibrio: conceder a los nuevos seres libertad para elegir si preferían servir a la bondad o, por el contrario, a la perversión.
Fue así como la Guerra de Todos los Santos asoló los cielos. Los dioses benéficos y neutrales aunaron esfuerzos para evitar la victoria definitiva de los malignos.
El Dios Supremo habló desde esferas ignotas, y puso término al conflicto al decretar la igualdad de oportunidades. Las divinidades del Bien, del Mal y la Neutralidad fueron autorizadas a otorgar cada una un don a los recién concebidos entes.
Los paladines benignos dieron a los espíritus existencia y formas corporales. De este modo, las criaturas obtuvieron el control del mundo material y pudieron asemejarse más a los dioses. Los creadores del Bien confiaban en que sus vástagos fomentarían la paz y el orden en su reino terrenal, y los condujeron por los caminos de la Luz.
Las fuerzas de la maldad dictaminaron que los seres físicos padecieran hambre y sed, y que tendrían que trabajar para satisfacer sus necesidades. Su esperanza era subyugar a las razas a través de las privaciones y el sufrimiento.
Los dioses neutrales infundieron en sus hijos el libre albedrío, de tal suerte que pudieran escoger entre el Bien y el Mal. Así quedaba preservado el equilibrio.
Por último, las divinidades dieron forma al país de Krynn como lugar de residencia de su progenie. El Supremo determinó que cada uno optara por su propio curso de acción en la vida. La etapa común sería la muerte, punto de tránsito entre Krynn y la siguiente fase existencial.
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